INTROVISIONES Por Miguel Grinberg

 


155. La flagrante crisis climática que impacta al globo terrestre y la enmascarada descomposición de la Sociedad de Consumo, son dos caras de una misma moneda que señala el final irreversible de una época. A pesar de la cosmética mediática imperante, hasta el más distraído de los componentes de la «sociedad humana” capta que están dejando de funcionar correctamente los mecanismos que daban coherencia a nuestra presencia en este planeta.

 

156. En consecuencia, somos testigos continuos de una monumental descomposición colectiva: corrupción política, derrumbes financieros, colapsos institucionales, toxicomanías expansivas, locura bélica focalizada, autodestrucción juvenil, alienación deportiva, nihilismo colectivo, y demás conmociones conexas.

 

 157. Una vez más es preciso destacar que no se trata del fin del mundo, sino más bien de la agonía de un modo de ser y estar en el mundo. Son dos circunstancias bien expresivas que se hacen más y más evidentes a medida que pasan las semanas. Y que crean zonas de zozobra en las comunidades y las familias que dependen del trabajo asalariado para poder satisfacer sus necesidades básicas.

 

158. Entre las señales de recreación de los valores que nos permiten atribuirnos virtudes «civilizadas», se vuelve notoria la visión de los físicos modernos (cuánticos) en la tarea de reaproximar la ciencia con la religión, tras un divorcio de siglos. Un pionero, Alberto Einstein (1879-1955) sostuvo:

 

«Un ser humano es una parte del Todo que denominamos universo, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Pero se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos, como algo separado del resto: una especie de ilusión óptica de la consciencia. Para nosotros, esta ilusión es una especie de prisión, que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto por algunas personas cercanas. Nuestra tarea debe consistir en liberarnos de esta prisión, ampliando nuestro círculo de compasión para abrazar a todas las criaturas y a toda la naturaleza en su belleza.»

 

159. Asumamos lo evidente: somos individuos evolutivos, en un planeta evolutivo, que se desplaza a gran velocidad por un cosmos evolutivo. Y como seres humanos tenemos la oportunidad de participar de un momento fundacional histórico donde todo lo que conocemos se va a ir convirtiendo rápidamente en arcaico.

 

160. No nacemos para reproducir la realidad tal cual existe porque por nuestra naturaleza original podemos ser personas en estado de transición, en órbita de iluminación permanente. Somos desafiados por los reflejos de una chispa divina a soltar el lastre de lo trivial, e ir logrando algo que nos coloque en situación de explorar el territorio sagrado.

 

161. El sabio Jiddu Krishnamurti advirtió: «Casi todos nosotros nos interesamos en rebelarnos dentro de la prisión; queremos comer mejor, queremos un poco más de luz, una ventana más grande para poder ver un poco más de cielo. Nos preocupa si el paria debe o no debe entrar en el templo; queremos terminar con esta casta particular, y en el acto mismo de terminar con una, creamos otra, una casta superior; por lo que seguimos siendo prisioneros, y dentro de la prisión no hay libertad. La libertad se encuentra fuera de los muros, fuera del patrón de la sociedad; pero a fin de librarnos de ese patrón, tenemos que comprender todo lo que contiene, lo cual implica comprender nuestra propia mente. Esa es la mente que ha dado origen a la actual civilización, a esta cultura o sociedad atada a la tradición. Y, sin comprender nuestra propia mente, tiene muy poco sentido rebelarse como comunista, socialista, esto o aquello. Por eso es muy importante el conocimiento propio, el darnos cuenta de todas nuestras actividades, de nuestros pensamientos y sentimientos - y esto es educación, ¿verdad? Porque cuando somos plenamente conscientes de nosotros mismos, nuestra mente se vuelve muy sensible, muy alerta.»

 

162. Un camino de liberación es el pensamiento holodinámico. Al respecto, recuerdo que fui miembro del Instituto de Psicología Humanística de California, donde actuaban terapeutas como Rollo May, Carl Rogers, Abraham Maslow. Un día, durante un congreso sobre El arte de convertirse en persona, tema de un libro de Rogers, conocí a un grupo de músicos terapeutas que me contaron que además de sonidos utilizados por los budistas para meditar, como los cuencos o las campanas, había otros instrumentos, como sintetizadores, que permitían desanudar esos núcleos que traban la intuición en los seres humanos. Entonces, integrando la técnica respiratoria tibetana con los sonidos, desarrollé la holodinamia, con la que trabajo coordinando grupos de meditación desde hace más de 30 años.

163. Escuchar el silencio es uno de los ejercicios que recomiendo para desarrollar nuestro sexto sentido, tercer ojo, o mirar hacia dentro de uno mismo. Hay que relajarse y advertir la conversación interior. Detenerse en medio de una frase y quedarse en blanco. Claro que en pocos segundos el comentarista interno creará más comentarios, armando otras escenas con amigos y enemigos. En ese momento hay que ponerse en blanco nuevamente. Cuando uno logra suspender la charla repetitiva, hay que empezar a escuchar el silencio. Al principio parecerá un zumbido o una sutil vibración. Aconsejo comenzar a oír lo que ocurre por detrás de esa vibración y entrar en contacto con un lugar tenue y sereno. Puede ser que las primeras veces uno se sobresalte y pierda el contacto. No hay que preocuparse: hay que ingresar nuevamente, aprender a sostenerlo y fusionarse con él. Cuando uno sea capaz de pasar un tiempo en ese lugar íntimo silencioso comenzará a percibir otras ideas y deseos, productos genuinos de su voz intuitiva que surgen de ese conocimiento directo y profundo de uno mismo. Comenzará a ejercer, por fin, la famosa libertad.

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