Elogio de la Afirmación (4) Por Miguel Grinberg



29. Nuestro país se encuentra inmerso en una maratón de disparates estructurales de magnitud tan arrolladora, que solamente sus autores y sus beneficiarios pueden dormir tranquilos sin el menor atisbo de alarma. Basta encender la TV durante la tarde y la noche, cualquier día de semana para constatar el estado de cloaca superlativa en el que nos hallamos. Pero lo peor no es eso: la peor es que el famoso “pueblo argentino” lo toma como algo inevitable y hasta natural. Algo análogo se comprueba frente a los kioscos céntricos de diarios y revistas donde en todo momento tres o cuatro tapas exponen los rotundos glúteos de jóvenes y robustas señoritas. Su mensaje inconfundible es: nos va como el culo.



30. La reciente confrontación entre las máximas autoridades nacionales y los productores agropecuarios trajo como resultado una euforia inflacionaria en el rubro alimentación donde las estadísticas dicen una cosa y los cartelitos de precios dicen otra: la comida se viene encareciendo de manera indecente. Sea quien fuere el culpable, lo real es que la vapuleada “canasta básica” va convirtiéndose en un artículo suntuario.



31. Centenas de miles de habitantes suburbanos vienen a ganarse la vida diariamente a la Capital Federal y se encuentran con que los comederos de cualquier calibre han aumentado sus precios de modo espectacular para no regalarle nada a los turistas europeos con “euros”, los nativos cobran sus remuneraciones en moneda nacional pero deben pagar sus almuerzos con tasa europea. O comer menos, o engañarse con comida basura.



32. Una famosa pizzería de la calle Corrientes al 1300 es un paroxismo de esta arrolladora fiebre mercantil. El otrora humilde “cafecito de parado” está por las nubes. Sentados en cualquier café, con el adorno de una micro-galletita y un poquito de jugo sintético, mucho más todavía. No se te ocurra entrar a una confitería pretenciosa.



33. Se viaja hacinados como ganado en pie rumbo al matadero. Y lo más preocupante es que la muchedumbre se compacta resignadamente en ómnibus, colectivos y subterráneos sin evidenciar que la están reduciendo diariamente a una masa de material descartable. En los horarios “pico” impera la ley del más fuerte y la compresión corporal es todavía mayor. De paso, en los subtes cada vez hay más escaleras mecánicas descompuestas y más filas inmensas en los molinetes.



34. En el transporte (suburbano) ida y vuelta (especialmente los trenes) hace tiempo que la situación es sub-humana. En un paroxismo extremo de precariedad, decadencia y hostilidad. Venimos animalizándonos tozudamente, y las tribunas del fútbol son frecuentes escenarios de barbarie en el peor sentido de la palabra.



35. Y luego vienen las filas. Para pagar servicios, para comprar un boleto en las estaciones, para hacer un trámite municipal, para pedir un turno hospitalario, filas y más filas. Con un desprecio absoluto por el tiempo y la integridad anímica de la gente. En esta latitud, onda de manada. En el resto de la escena, onda de jauría.



36. ¿Queda lugar para la afirmación en medio de tanta decrepitud? Por supuesto que sí. Pero condicionado por dos factores crecientes y recurrentes. Hay una multitud de gente senil, envenenada por una existencia fútil, que no pierde oportunidad para expresar su mala onda y para complicar al prójimo. Y al mismo tiempo, hay cada vez más refugiados económicos del interior o del exterior que andan entre nosotros en pos del pan de cada día, sin atenerse a las reglas de convivencia que alguna vez imperaron en estas llanuras.



37. Y por encima de todo, agravando la coyuntura, la desorientación y la autodestrucción protagonizada por muchos jóvenes intoxicados con agentes químicos, energizantes o bebidas alcohólicas, sin vislumbrar propuesta alguna para hacer algo significativo con sus vidas, su tiempo y su energía.



38. La “clase dirigente” no dirige otra cosa que sus buenos negocios a expensas de la Argentina. Los tradicionales “orientadores religiosos” de la sociedad se mantienen a distancia prudencial dejando el terreno a los predicadores oportunistas. Los mercachifles sólo se dedican a remarcar sus productos. La universidad es incolora, inodora e insípida. Los partidos políticos, fueron. Los sindicatos, bien gracias. Los intendentes: gloria gloria aleluya.



39. La salud real, la imaginación transformadora y la inspiración liberadora no han desaparecido: están en acción. Sutilmente. En pequeña escala. En múltiples y poco perceptibles espacios. Toman la forma de grupos de estudio, de pequeños centros culturales, de cooperativas de consumo, de iniciativas comunitarias, de actividades eco-participativas… no pasibles de ser infiltradas por saboteadores o por imbéciles.



40. Una época se acaba por completo, apestando. Otra época se está gestando, amablemente. En esta segunda latitud, la tarea principal –por ahora– consiste en parar de reproducir el Sistema que nos flagela.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Entrevista: Milo Lockett “El arte es un derecho que tenemos todos”

Editorial noviembre 2024