Editorial agosto 2024


“La población es una de las riquezas del estado, es parte de los ingredientes de su potencia deseable. Para cuidar a la población hay que conocerla. Para que el estado nos cuide, nos debe conocer en nuestras necesidades y estas son el objeto de la física social cuantitativa y normalizadora. No se podrá constituir un estado benefactor sin los medios de identificación de las colectividades, partiendo de la normalidad de una colectividad y clasificando los individuos” Tomás Abraham



Esta es una tarea pendiente. En los círculos estatales, en los políticos, no está la idea de cuidarnos, al menos no se nota. La historia de la gente nunca fue el basamento de sus actitudes. Entonces, ¿Quién nos cuida sino nosotros? Por supuesto que podemos exigir seguridad, ese presupuesto sale de nuestros bolsillos, y además sin ninguna duda queremos vivir en un país seguro, pero también tenemos que reconocer ciertos errores cometidos por nosotros mismos en las andanzas de esta vida tan, tan... Cómo decirlo? Tan argentina.



Formamos parte de la “cultura del robo”, y la cadena la completamos cuando en un acto cotidiano compramos algo, sabiendo de antemano que es robado. Generalizando, todos hemos entrado alguna vez a jugar en este campo, y es más, algunos muestran los “trofeos obtenidos” con gran satisfacción. Nos quejamos, pero no nos sentimos parte del problema. Y esta costumbre forma parte de nuestro folklore desde que pensamos como país, pero sin embargo, tenemos la práctica de señalar con el dedo, quizás para sentirnos menos culpables. Decía Antonio Porchia: “Lleve cada uno su culpa y no habrá culpables”.

La hipocresía en su casa no tiene espejos y nosotros solo miramos lo que queremos ver. Y mientras no admitamos que fuimos educados bajo este cielo que alumbra a medias, porque su luz no llega hasta los interiores oscuros, no vamos a dar un paso hacia una verdadera salida, creo que estaremos dando vueltas en círculo, desconfiando hasta de nuestra propia sombra. Por desgracia, nos molesta lo que venimos alimentando, porque a decir verdad este monstruo no creció solo. La inseguridad es nuestro castigo verdadero. Ahora bien, hasta que punto nosotros no alimentamos este flagelo.



Carlos Romano

Director

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