Editorial mayo 24



“En los campos en el horizonte / en las alas de los pájaros / en el molino de las sombras / escribo tu nombre.

En la selva y el desierto / en los nidos en las emboscadas / en el eco de mi infancia / escribo tu nombre.

En la lámpara que se enciende / en la lámpara que se extingue / en la casa de mis hermanos / escribo tu nombre.

Y por el poder de una palabra / vuelvo a vivir / nací para conocerte / para cantarte

Libertad”. (Paul Eluard)



En plena adolescencia comencé a leer y a entender a los surrealistas. Comencé a interpretar su ataque a las convenciones sociales. La pasión amorosa y el ejercicio de una libertad sin domesticar eran algunas de las herramientas surrealistas para transformar el mundo y cambiar la vida.



El surrealismo fue un movimiento artístico revolucionario que defendió la libertad de expresión en el arte. Este movimiento artístico que floreció en la década de 1920, se caracterizó por su rebeldía y su búsqueda de libertad en un contexto social y político convulso. Los surrealistas se oponían a las normas establecidas y anhelaban la liberación del individuo y la transformación de la sociedad a través del arte y la imaginación. Este movimiento no solo se vio reflejado en la escritura, también se manifestó en la pintura, el teatro, la música, el cine y demás manifestaciones artísticas.



Estas palabras a modo de introducción, intentan clarificar el concepto que tengo de la palabra libertad, y el enamoramiento que tengo con la misma.

Por todo esto que expreso siento un poco de vergüenza ajena al escuchar ciertas expresiones desde el poder reinante, será porque no estoy a favor de la libertad con cadenas, no creo en líderes economistas que confunden libertad con el dinero que llevás en el bolsillo. Es perverso, es inmoral querer transitar una libertad con ciertos requisitos (o hacés lo que yo digo, o no existís).

Con total sinceridad me apabulla el silencio generalizado.



Carlos Romano

Director

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