ODA TEMPRANA Por Miguel Grinberg





Aún bajo los efectos de la última pesadilla

Y aterido por la tajante ausencia del sol


Entre el vaivén de canciones y cuerpos únicos

Ojos y piernas crujiendo como los días de abril

El follaje de otra maraña insensata pero nuestra

Con tazas de café humeando a la luz sin cuerpo



Tanto ir y venir desinteresado o curioso, en fin

Una mujer estira un papel que certifica su mudez

Entonces cuesta poco deslizarle una moneda aunque

En verdad no es misericordia sino un modo rápido

De lograr que se vaya y seguimos luego callados



Un remolino de documentos y cristales empañados

Apenas la esperanza de acontecimientos salvajes

Crueles y al mismo tiempo maravillosos como el mar

Siempre el mar en alguna parte y muchos recuerdos

Veranos y amaneceres que una vez fueron incendios

Inmensos y las mejores cosas de la vida se alejan

A fin de permitir nuevas combustiones o agonías

Interminables en el vientre colosal del universo



Las mismas muecas absurdas cuando crece la codicia

Pulcros paquetes inútiles mas bien un motivo para

Seguir esperando algo que no saben qué podrá ser

Sin embargo siguen paseando y mirando sucias calles

Desordenadas vidrieras o grandes letreros luminosos

Sombras en la ciudad y curiosas vestimentas negras



El Señor sea contigo si bien no eres con el Señor

Sino apenas una boca abierta hacia los escaparates

Abierta y desesperada como una garra que siempre

Resulta corta y la presa escapa burlona por poco

Asó como esos peces fabulosos que se ven desde los

Muelles cuando nadie tiene aparejos ni embarcaciones



Vete y deja de murmurar ¿No ves que todos están sordos?

Maquillados y arañándose unos a otros sobre el asfalto

Sal de aquí navegando o volando o como puedas rápido

No te creas capaz de detener la catástrofe apenas tal

Vez puedas rescatar algunas flores inocentes y crueles

Quizá algún sonido que jamás atenuará la melancolía



Deja esta comarca condenada por el turbio malabarismo

De sus habitantes vanos y torpes mientras se asesinan

Tanta música de todos modos dulce y vorazmente colosal



Abandona tus ropajes tus personalidades tus castillos

También tus sueños y cada una de tus pocas alabanzas

No es aquí donde te toca sembrar sino en todas partes

En el continente de ningún lugar que es como decir el

Cosmos y no te preocupes por mandar postales o noticias



Sal al tiempo y diviértete en silencio como un duende

Ninguno de los aquí penitentes percibirá tu ausencia.



Buenos Aires, enero 1964

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