UN PODEROSO VIAJE A LOS OCHENTA / Por Fabián Fuentes



Ansioso por la curiosidad, esperaba el 26 de Abril para ver de qué se trataba “El Amor después del amor”, una ficción de la plataforma Netflix sobre el enorme Fito Páez. Ya instalado, grande fue la sorpresa de entrada por la gran similitud del actor que lo personifica, Iván Hochman, sus inicios en Rosario, cómo conoció a Juan Carlos Baglietto, personificado por su hijo real, en su etapa que conocimos cuando llegó de Rosario con la Trova Rosarina y sus sucesivos logros como músico en la ciudad de la furia. Ya en el primer capítulo nos indica cómo será el desarrollo de la serie, por un lado la infancia de Fito y por el otro, el que todos conocimos, su despegue en los dorados ochenta. El niño Páez, Gaspar Offenhenden, busca encontrarle una respuesta al por qué de la muerte de su madre, no tanto porque la extrañara, ella falleció cuando él era un bebé, sino porque esa ausencia se traducía en un dolor apagado que dominaba a su entorno, y especialmente a su padre Rodolfo personificado por el gran actor Martín Campilongo. La rebeldía del joven Páez lo lleva a desobedecer a su padre, dedicarse a la música como forma de vida y chocar de frente contra los placeres y los excesos que rodean la escena rockera.

Así van pasando los capítulos y por qué no la vida de Páez. Vemos a un Charly García personificado por Andy Chango en forma destacada, su actuación en las partes donde se muestran cómo se grabó “Piano bar”, hay planos muy bien logrados que por momentos parece un real Charly García. Micaela Riera en la piel de Fabiana Cantilo, eje importante en los capítulos iniciales con un parecido físico tremendo y excelente desempeño y a Julián Kartun como un Luis Alberto Spinetta que me dejó asombrado por su actuación, su gestualidad y su tono de voz, es idéntico a Luis Alberto por lo que destaco la escena donde casualmente se conoce con Fito, en plena calle, ambos se dicen, ¿Sos vos? ¿Y vos sos vos?, y posteriormente como construyeron una amistad contra todos los males de este mundo. Para la emoción.

Y el hilo conductor de las dos etapas que integran esta ficción, el punto en común que desde su presencia o ausencia define al músico, es su padre. En la piel de Rodolfo Páez, Campilongo entrega un rol entrañable, el de un hombre que sufre por el temor de perder a su hijo, aunque a la vez no puede evitar contagiarle la pasión de la música y esas tardes en una disquería que tanto definieron la niñez (y adultez) de Fito. Y cuando Campilongo entra en escena, la historia adquiere un matiz de ternura que fue cuna para el músico, y que a la serie le permite encontrar su mejor camino.

Con seguridad, hay tramos de la historia que brillan más que otros y son esos que indagan en la intimidad de Páez, en el mundo interior de luces y sombras que eventualmente, se tradujeron en canciones con destino de himno. De esa manera, las escenas dedicadas a la infancia de Fito contagian ternura pero también una pérdida de la inocencia, mientras que en su adultez logra escapar de la caricatura para entregar un Páez reflexivo, atormentado, pero también obsesionado por encontrar respuestas en forma de composiciones musicales.

Para mi visión, el capítulo trágico del asesinato de sus familiares en 1986 en Rosario fueron determinantes en Fito Páez que lo lleva a la enorme canción, “Ciudad de pobres corazones”, su furia lo lleva a esa creatividad que en definitiva le salvó la vida.

El final de la historia es con un estadio de Vélez Sarsfield a pleno, a pura emoción y la consagración definitiva de Fito Páez presentando “El amor después del Amor”.

Como dice el título de la nota, un poderoso viaje a los ochenta, usina de un rock argentino ya establecido definitivamente en la cultura argentina. Fito Páez ha sido gran animador de esos tiempos. Queridos amigos y amigas recomiendo ampliamente esta serie.



FUENTE: PLATAFORMA NETFLIX – DIARIO LA NACION

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